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Más Luchini en La Molicie… Hoy nos cuenta las sensaciones que tuvo al volver al cine. ¡Qué tiempos!

Música recomendada: My way (Sid Vicious)

Quién me iba a decir a mí, el lunes 9 de marzo, a las 11.40 horas, cuando salía del cine Paz de la calle Fuencarral, donde acababa de asistir al pase de prensa de la película “Origenes secretos”, de David Galán Galindo, que habrían de pasar 102 días hasta que volviera a pisar una sala de cine. 102 días larguísimos, inciertos e interminables en los que, por supuesto, no he dejado de ver películas, 182 para ser precisos, pero en el ordenador o en la televisión, sin la magia de la pantalla grande y la oscuridad.

Si hace una semanas, en los primeros días de levantamiento parcial del arresto domiciliario, rememoraba la primera cerveza que me tomé en un terraza, junto a mis amigos Ladi y Cris (que sí, que seguían siendo tridimensionales) y comentaba que, a determinadas edades, es cada vez más difícil hacer algo por primera vez, el pasado viernes 19 de junio, coincidiendo además con el cumpleaños de una de las personas clave en mi vida, a las 10.30 horas, se produjo uno de esos momentos. Y, por uno de esos inescrutables caprichos del destino, no podía ser en otro lugar que… el cine Paz de la calle Fuencarral.

Allí se había convocado el primer pase de prensa de la nueva era (lo de nueva normalidad se lo dejo a los políticos y los “expertos”). Y allí que estábamos mi mascarilla, mi botecito de alcohol y yo. Tras los saludos de rigor con varios colegas y algún amigo, procedí a sentarme exactamente en la misma butaca donde había estado sentado hacía 102 días. Cuando por fin se apagaron las luces y sonó la fanfarria de la multinacional que distribuye el filme, casi todos los asistentes se arrancaron en un espontáneo aplauso, una suerte de exorcismo colectivo para espantar esos fantasmas que todavía nos amenazan a la vuelta de cada esquina.

Los primeros cinco minutos de proyección fueron un tanto angustiosos: las gafas se empañaban por culpa de la mascarilla. Hasta que por fin di con el remedio, que no fue otro que colocar las gafas en la punta de la nariz y, pese al aspecto de científico despistado, tipo el Jerry Lewis de “El profesor chiflado”. la cosa funcionó. A partir de ese momento, durante las dos horas siguientes, se me olvidaron la mascarilla, la lejanía del resto de asistentes, los virus y hasta los políticos: la magia del cine, una vez, podía con todo.

La película en cuestión, que todavía no lo he dicho, era “Hasta el cielo”, un thriller poligonero español dirigido por Daniel Calparsoro y protagonizado por Miguel Herrán, Carolina Yuste, Luis Tosar y Asia Ortega. Con un diseño de producción digno de cualquier producción de Hollywood, es un filme arrítimico, con un guion que tiene demasiadas lagunas y un montaje algo confuso. Pero no se trataba de juzgar a la película con severidad, entre otras cosas porque la voy a recordar el resto de mis días. Así que disfruté de su sonido envolvente, de sus persecuciones trepidantes, de los preciosos escenarios naturales de Ibiza y de un reparto bien seleccionado que cumple con creces.

Evidentemente, “Hasta el cielo” no es ni “Atraco perfecto” ni “La jungla de asfalto” ni “Uno de los nuestros” ni pasará con letras de oro a la historia del Cine. Pero para mí es y será mucho más importante que todas ellas, porque pasará a la historia de mi vida. Porque, ya lo dijo Garci y le dieron hasta un Oscar por ello, no hay nada como volver a empezar.

Luchini siempre vuelve a La Molicie… Esta vez destrozando, con más razón que un santo, la lista de “Las mejores películas de todos los tiempos” perpetrada por “The Hollywood Reporter”. Huele a chamusquina…

Música recomendada: A hard rai’s A-gonna fall (Bob Dylan)

No sin cierto retintín, Roberto Lancha, director del estupendo programa “Estamos de
Cine”, de Radio Castilla-La Mancha, en el que tengo el privilegio y el orgullo de colaborar desde hace años, me hacía llegar ayer una lista publicada por “The Hollywood Reporter” sobre las 20 mejores películas de todos los tiempos. 2.120 profesionales de la meca del Cine (actores, directores, técnicos…) han votado en ella y el demencial resultado es el siguiente, de atrás hacia adelante:

20- Qué bello es vivir (Frank Capra, 1946). 19- Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990). 18- Annie Hall (Woody Allen, 1977). 17- Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979). 16- Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962). 15- Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939). 14- Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994). 13- En busca del arca perdida (Steven Spielberg, 1981). 12- Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985). 11- Star Wars IV: Una nueva esperanza (George Lucas, 1977). 10- La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993). 9- 2001: una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968). 8- ET, el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982). 7- El padrino II (Francis Ford Coppola, 1974). 6- Casablanca (Michael Curtiz, 1942). 5- Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994). 4- Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994). 3- Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941). 2- El mago de Oz (Victor Fleming, 1939). 1- El padrino (Francis Ford Coppola, 1972).

Si ésta es la selección de las personas que supuestamente tienen que hacer cine en los próximos años, nos espera una hecatombe audiovisual peor que la pandemia provocada por el puto coronavirus…

Al leerla me quedé más que ojiplático… Si ésta es la selección de las personas que supuestamente tienen que hacer cine en los próximos años, nos espera una hecatombe audiovisual peor que la pandemia provocada por el puto coronavirus… Dejando al margen que sólo aparezcan producciones estadounidenses, cosa lógica en un país donde la mayoría de sus habitantes piensa que España está en un lugar indeterminado entre Argentina y México, algunas de las reflexiones que provoca son las siguientes:

-El cine nació en 1939. Entre 1896 y ese año no existe. El cine mudo no existe. Charles Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd, F.W. Murnau, D.W. Griffith o los hermanos Marx no existen.

-Apurando un poco más, casi casi nació en la década de los 70, porque sólo aparecen seis filmes anteriores a ella.

-Las décadas clave en la Historia del Cine son, como todos sabemos, los 70 y los 90, seguidos de cerca por los inolvidables (por horteras) 80. Los 30, los 40 y los 60 carecen casi por completo de interés. Y qué decir de los deleznables y ninguneados 50, con películas tan indignas como “El hombre tranquilo”, “Cantando bajo la lluvia”, “Vértigo”, Río Bravo” o “Con faldas y a lo loco”.

-Los mejores directores de todos los tiempos son Francis Ford Coppola y Steven Spielberg, con tres títulos de cada uno entre los 20 elegidos. Les siguen, con dos, esos grandes genios que son Victor Fleming (el tamagochi preferido de Selznick) y Robert Zemeckis (el tamagochi preferido de Spielberg). Entre los cuatro, copan la mitad del listado. A su lado, tipos como John Ford, Alfred Hitchcock, Howard Hawks, Billy Wilder o Raoul Walsh eran meros advenedizos.

-Cuánta razón tenía el magnate Ted Turner cuando se dedicaba a colorear películas en blanco y negro… Sólo cinco títulos de este tipo aparecen en la lista, uno de ellos “La lista de Schindler”, un capricho personal de Spielberg. Y los otros cuatro porque han sido emitidos millones de veces en televisión y no me sorprendería que la mayoría de los votantes los haya visto coloreados.

“Cadena perpetua”, ¿la cuarta mejor película de todos los tiempos?

-Algún día, algún avezado sociólogo conseguirá explicar el fenómeno de “Cadena perpetua”, una discreta peliculilla que probablemente sea, desde el momento mismo de su estreno (¡estuvo nominada a 7 Oscar!), la más sobrevalorada de todos los tiempos en Estados Unidos.

Una última reflexión: que digo yo que a si un abogado se le exige que conozca el Derecho Romano, a un arquitecto que analice la obra de Fidias, a un ingeniero que sepa cómo construían los acueductos los romanos y hasta a un periodista que haya leído los artículos de Larra (por lo menos, cuando yo estudié era así), a los que se dedican al cine habría que pedirles que hubieran visto alguna película anterior al auge de los centros comerciales y las plataformas de internet. Digo…

Nueva visita de Luchini a La Molicie… Hoy con un consejo filmográfico irrenunciable para los irredentos de la casquería visual… y el desmadre gamberro.
Música recomendada: Dragula (Rob Zombie)

Durante este arresto domiciliario que ya empieza a hacerse demasiado largo he descubierto un título de 2015 cuya existencia desconocía. Se trata de “Éramos pocos y llegaron los aliens”, delirante adaptación castellana del original “Freaks of Nature” (cuyo significado vendría a ser algo así como “bichos raros”). La segunda realización del director Robbie Pickering es un filme inclasificable que aúna comedia gamberra adolescente, comedia romántica, ciencia ficción, terror, gore y hasta melodrama familiar.

El punto de partida no puede ser más original y desmadrado: en un pueblo de Ohio (ya saben, la América profunda) conviven en perfecta armonía vampiros, humanos y zombies. Cada grupo tiene sus endogamias propias pero todos interactúan más o menos pacíficamente entre sí y hasta los supermercados tienen zonas específicas para ellos (con nutritiva sangre para los vampiros y sesos bien viscosos para los zombies). Hasta que un día llega una invasión extraterrestre y pone todo patas arriba, provocando que todos se enfrenten contra todos en un aquelarre salvaje en la tercera fase en el que las vísceras, la hemoglobina y las cabezas vuelan de aquí para allá. Y, para que no falte de nada, al final incluso aparece un Hombre-Lobo…

La película no puede ser más políticamente incorrecta: abundan las escenas hiperviolentas y sanguinolientas, tiene sus buenas dosis de sexo, hay drogas por aquí y por allá, se respeta más bien nada la autoridad y hay un montón de guiños explícitos y más que evidentes a grandes éxitos, desde la saga “Crepúsculo” hasta “American Pie”, pasando por “Grease”, “Encuentros en la tercera fase” o “Ultimátum a la Tierra” (el discurso supuestamente pacifista de uno de los extraterrestres es desternillante). Pero, por encima de todo, un sentido del humor muy burro e irreverente, que pretende, y consigue, que no nos tomemos las cosas muy en serio. Nada en serio.

Mackenzie Davis, a punto de convertirse en vampira

El reparto también ayuda lo suyo. Ahí están una jovencísima Mackenzie Davis (lánguida actriz canadiense que saltó a la fama como el Pepito Grillo de Charlize Theron en “Tully” y luego protagonizó la última entrega de “Terminator”) dando vida la reina del instituto que se convierte en vampira por amor; la chica Disney Vanessa High School Musical Hudgens convertida en la ninfómana del instituto, y los veteranos Joan Cusack, como una madre permanentemente fumada, y Dennis Leary, como el villano de la función. Es decir, un elenco muy por encima de lo que sería imaginable en una serie B, que es lo que es esta cinta, tanto en sus formas como en su espíritu.

No, “Éramos pocos y llegaron los aliens” no va a ser incluida nunca en ninguna lista de las 10.000 mejores películas de la Historia del Cine. Pero regala 90 minutos de entretenimiento descacharrante en los que las neuronas se relajan, casi podría decirse que hasta se adormilan y se dejan llevar entre sonrisas y alguna carcajada. Y entre eso o pensar todo el tiempo en el puto coronavirus y sus consecuencias, pues que quieren que les diga…

Nueva “intromisión” del hermano Luchini en La Molicie. Hoy con una somera (pero afilada) mirada a Pedro Almodóvar y su transcurrir filmográfico con la que estoy completamente de acuerdo. Y no estoy chupando ninguna polla…

Música recomendada: Murciana marrana (Kaka de Luxe)

Anoche se emitió en La 1 el segundo capítulo de la cuarta temporada (dicho así, suena a delirante “desescalada” gubernamental) de la serie “El Ministerio del Tiempo”. En un alarde de imaginación, los guionistas conectaban la Movida Madrileña de 1981 con el reinado de Felipe IV en 1648. Y la verdad es que la cosa, a pesar de ser casi un salto mortal sin red, no les salía nada mal. Especialmente gracias a la caracterización que ese enorme actor que es Carlos Santos hace de Pedro Almodóvar, un joven cineasta que estaba empezando su carrera y se disponía a rodar su segunda película, “Laberinto de pasiones”, mientras cantaba en tugurios de mala muerte junto a su inseparable Fabio McManamara.

En cualquier caso, de lo que quiero hablar no es de la Movida, una época que, por fortuna o por desgracia, no llegué a vivir en su época de máximo esplendor… o de máxima mugre, según se mire. De lo que quiero hablar es de Pedro Almodóvar y de su trayectoria como director (por cierto, quien disponga de Movistar+ y Netflix se puede marcar una retrospectiva íntegra de la misma) que, excepción hecha de “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”, que recuperé un par de años después de su presentación, he seguido en tiempo real, estreno a estreno.

Con Almodóvar tengo sentimientos encontrados, porque para mí es dos cineastas en uno. El primero, al que casi, casi rindo pleitesía y revisito siempre que puedo, arranca con la citada “Pepi, Luci, Bom…” y llega hasta “Átame”. Es decir, va desde 1980 hasta 1989, por lo que abarca íntegramente la década de los 80. Fue un periodo de creatividad desbordante, en el que las películas se sucedían al frenético ritmo de una por año y todas, las más logradas y las menos logradas, suponían un soplo de aire fresco en el acartonado panorama del cine patrio. Almodóvar daba la impresión de estar disfrutando de lo que hacía, de no tomarse nada demasiado en serio y de llevar al paroxismo la máxima de “carpe diem”.

Verónica Forqué y Carmen Maura en “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”

En este tiempo, despachó varias obras maestras. La primera, indiscutible, en 1984, “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”, una tragicomedia urbana llena de humor negro y crítica social que no sólo ha resistido perfectamente el paso de los años, sino que ha ido ganando actualidad con el mismo. Si las interpretaciones de Carmen Maura y Verónica Forqué no son las mejores de sus carreras, les falta poco para serlo. La segunda, en 1987, “La ley del deseo”, uno de los mayores y más exacerbados cantos al amour fou jamás rodados. Y la tercera, un año después, “Mujeres al borde un ataque de nervios”, una comedia sofisticada lejanamente inspirada en el Hollywood clásico, en la que Chus Lampreave como testiga de Jehová y María Barranco acosada por terroristas chiitas han pasado a formar parte del acervo popular. Siendo, como son, éstas las tres cumbres, no son para nada desdeñables “Entre tinieblas” (1983), “Matador” (1986) y “¡Átame!” (1989), con la que se cierra esta edad de oro almodovariana.

Con la llegada de los 90, Almodóvar da un giro copernicano a su carrera. La crítica ya le toma muy en serio y después de haber sido candidato al Oscar con “Mujeres…” (se lo arrebató, no injustamente, “Pelle el conquistador, de Bille August”) ya es una estrella internacional. Cada estreno suyo se convierte en un acontecimiento y los proyectos empiezan a espaciarse de dos en dos años. Esto se une a que Almodóvar toma demasiada consciencia de sí mismo, está más pendiente de trascender que de disfrutar, deja de ser un francotirador independiente para convertirse en un engranaje más del establishment.

Cecilia Roth en “Todo sobre mi madre”

Los 30 años que conforman este segundo periodo están trufados, eso sí, de reconocimientos (el Oscar a la Mejor Película Extranjera por “Todo sobre mi madre”; el Oscar al Mejor Guion Original por, ¿en serio?, “Hable con ella”, premios al Mejor Director en Cannes, Premios Europeos el Cine, Goyas españoles, Baftas británicos, David di Donatello italianos, Cesar franceses…) y el respeto casi reverencial de la crítica, sobre todo la extranjera. Pero, en mi opinión, de las 13 películas que rueda a lo largo de estas tres décadas (nótese el notable descenso en el ritmo creativo), apenas dos son reseñables: la oscarizada “Todo sobre mi madre” (1999), un intenso y precioso estudio sobre la maternidad y la pérdida, y “Volver” (2006), como su propio título indica, una vuelta a los orígenes y a su mundo manchego, ése que tan bien plasmó en los primeros años de su carrera, incluido el reencuentro con Carmen Maura.

Otras, como “Hable con ella” (2002), “Julieta” (2016) y “Dolor y gloria” (2019), contienen momentos brillantes, especialmente en lo que a dirección de actores se refiere, pero están muy lejos de ser redondas. Y luego hay tres que suponen un imborrable baldón en su filmografía: “Kika” (1993), “La piel que habito” (2011) y “Los amantes pasajeros” (2013). El resto no son ni buenas ni malas, son simplemente intrascendentes.

Eso sí, lo que se puede afirmar rotundamente es que Almodóvar ha conseguido trascender: al menos según los responsables de “El Ministerio del Tiempo”, es mucho más que un director de cine, es parte fundamental de la historia reciente de España. Para mí no llega a tanto pero sí creo que, sobre todo por lo que hizo en sus primeros años, puede ser considerado uno de los quince directores más destacados de la Historia del Cine Español, que no es ninguna tontería.

P.D. Una duda respecto a una paradoja espacio-temporal de “El Ministerio del Tiempo”: ¿por qué si los personajes de la actualidad no pueden viajar al futuro, Velázquez sí puede viajar de 1648 a 2020?