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espárragos de Navarra

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Un buen día puede comenzar inopinadamente, con una llamada a la puerta…

Música recomendada: The Bewlay Brothers (David Bowie)

Si lo que te llega es una caja de espárragos Conservas La Catedral de Navarra, edición limitada a 100 latas de la cosecha 2021, extra gruesos (sólo 8 frutos porque más no caben), entonces comienza un buen día… Estos espárragos de Mendavia (Navarra), el indisimulado fetiche de Cayo Martínez, su elaborador y «filósofo», son la sublimación de la especie. Estilizados, de elegante blanco marfil, con la yema apretada, una enloquecedora textura sin fibras que te lleva a la sicalipsis y un sabor fresco, refinado, con un final de leve y sofisticado amargor.

Resulta del todo imposible, si te has topado con ellos alguna vez, que puedas elegir otros. En realidad, para mi, en cuanto a los espárragos, La Catedral de Navarra es un nombre ya genérico. Pruébalos a pelo, déjate arrebatar y convierte el buen día en un gran día…

Aunque la heroicidad, realmente, no tiene nada que ver con la epifanía que uno siente cuando los prueba, es decir, con la exquisitez. Pero también debemos admitir que el sobreesfuerzo de esta cosecha, en plena pandemia, les otorga una mítica única, exclusiva. Son los espárragos extra gruesos de La Catedral de Navarra 2020. ¡Dioses!

Música recomendada: I talk to the wind (King Crimson)

Cayo Martínez, demiurgo de la marca, ha debido batallar con unas circunstancias muy adversas (y peligrosas) para poder llenar con ocho frutos casi imposibles sus latas de a kilo en esta campaña. Lo ha conseguido. El resultado, acaso por la situación que estamos viviendo y esa mítica subyacente a ella, se me antoja mejor que jamás. Conozco bien sus espárragos (ni se me ocurriría comprar otros) desde hace años, y estos son probablemente los que más he disfrutado. “Une rose seule, c’est toutes les roses et celle-ci: l’irremplaçable, le parfait”, rimaba Rilke

Los espárragos 2020 de La Catedral de Navarra son níveos, plenos y pletóricos, de una textura implosiva que se diría mistérica, delicioso oxímoron de turgencias y fundencias, como sentirse enamorado, y un sabor que obliga a volver a pensar en el significado de “refinamiento”, con ese levísimo y aristocrático final amargo, onírico señorío.

Sensaciones intangibles (eróticas) que nos acercan a un nirvana laico y sensorial…