Mallorca es mucho más que un destino maravilloso donde el Mediterráneo se expresa con sus mejores luces. Mallorca es una actitud. Una actitud que, en el caso del hotel Castell Son Claret, adquiere su aspecto más delicioso y onírico. En este hotel se permite soñar, y más todavía desde que el talentoso chef Jordi Cantó ha tomado su restaurante Sa Clastra, lúdica y virtuosa metáfora mediterránea…
Música recomendada: Islands (King Crimson)
Mallorca está proyectada por la misma energía del amor
Dalai Lama
Debo recomendar alguna de las nuevas pool suites (con piscina privada) que se esconden, apartadas del edificio-castillo central (a un minuto a pie entre hermosos jardines o, con un golpe de teléfono, en carrito de golf con chauffeur). No es una recomendación baladí si uno aprecia su espacio de vacaciones en estos tiempos de inciertos frenesís. Tras tantos meses preguntándonos desde la melancolía “quien pararía la lluvia”, este verano el descanso en casi libertad debe ser formidable. Más que un desquite, un reset obligatorio para acometer nuevos futuros. He podido certificar que Son Claret tiene todos los números para ello. Y, sin duda, la suite con piscina es su cima. Y no porque el resto del establecimiento desmerezca, ni porque su afilada piscina flanqueada de olivos no sea pura ensoñación. Pero ya que estamos…

El Son Claret, a pesar del señorío de su construcción, se mimetiza -desde un lujo sobrio, fino y silente, orgulloso de jardines y con los olivos como relato estético continuo- con el Mediterráneo en las estibaciones de la Serra de Tramuntana (Patrimonio Mundial por la UNESCO), y el cómodo y elegante transfer del hotel no toma más de media hora desde el aeropuerto de Palma.
El breve sendero que te aleja ya por fin del asfalto, entre pinos, olivos y montes, es la primera “cura” antes de llegar a destino. Allí ya todo se diluye en el silencio verde y la quietud solar. A partir de ahí ya estás sólo… con el Mediterráneo.

“Pleased to meet you”, Jordi Cantó
No es fácil salir de la suite, te lo digo; pero la promesa del nuevo chef del flamante restaurante Sa Clastra, el virtuoso y emocional Jordi Cantó (ex jefe de cocina del Zaranda de Fernando Arellano, que consiguió en este mismo local dos Michelin), no es negociable.
Jordi la juega con un excitante swing, con las manos hundidas en los paisajes mallorquines pero la mente traviesa y abierta. Se divierte, y mucho, transitando el producto local y la tradición isleña con un desparpajo inaudito fruto de su creatividad. La cocina de Cantó es celebrativa y lúdica, chispeante y colorida; pero siempre, al fondo emocionada de la tierra y el mar de Mallorca. Control del territorio y libertad compositiva, voilà!
Tras pasar por las manos del muy funky bartender, Roberto Muscaridolo, nos ponemos en las del sumiller, Sebastián Longo. La propuesta inicial va a ser la narración de todo el menú… Torre d’es Canonge, giró ros, 2016. Un vino “de colores” que te lleva desde el trópico a donde quieras. Los panes, todos maison, focaccia, tradicional, integral de xeixa… con picual mallorquina. Los aperitivos: frit de sang (receta de la zona con verduras y sangre), pan bao relleno de sepia, crujiente de lengua de ternera con alcaparras. Sabores francos, sin tretas.

Vamos ya. Codorniz en escabeche (muy suave) con encurtidos y terrina de patatas. Delicia… Sabayón de erizo de mar con carne de centolla y huevas de salmón, “one for the money, two for the show…” Salmonete con suquet de sus espinas, piel frita, bombón de gamba, escuela de sabores finos. Hit de la noche: ensaimada de estofado de cordero, el mediterráneo ahora viene de la otra orilla y de Oriente, albóndigas fritas con tzaziki, sobrasada de hummus, aires de ras el hanout, compendio de culturas y gozos.
Arroz pobler de gallina con estofado de sepia, cobertura de carpaccio de gamba roja de Andratx y anguila ahumada, todo un homenaje a la albufera mallorquina. Y, oye… Liebre en dos vuelcos: consomé (ligerísimo) de falsas burballes de sangre, lomo asado, foie gras, rillette… Un plato ebrio de sabor, pero prolijo en matices. Bizcocho de algarroba con espuma de queso de oveja y cítricos, visión paisajística, y albaricoque en trompe l’oeil con puré de orejones, arroz con leche, huevo y miel de romero.

Restaurante Olivera, producto y producto
El desayuno es delicioso. En la terraza, frente a la avenida de césped jalonada de olivos que lleva a la piscina, el silencio y la quietud invitan a alargarlo con la selección de quesos, de embutidos, de yogures caseros, de bollería de la casa, de huevos (benedictine, sí), de fantasiosos zumos détox, de cava si se quiere…
Y luego está el restaurante Olivera, un canto al producto con muy pocos adjetivos. Con un servicio muy empático, la tarde va cayendo entre almendras tostadas con especias, olivas mallorquinas, alioli de azafrán, ese pan hecho allí mismo… El tiempo transcurre sin ninguna prisa aquí, en ese maravilloso ahora. Y llegan los pergaminos de gamba (rollo primavera) con salsa de mango… Y las opulentas ostras Girardeau con toques: wakame, ponzu, rábano picante… La burratina, fresca y limpia, da paso al steak tartare (con perfectas patatas fritas) y al magret de pato con colores de frutos del bosque…

A la mañana siguiente, tiempo de jardín y piscina privada en la suite, mímesis con un cuadro de David Hockney. Un milano real, sobre nosotros, acecha majestuoso alguna presa, el cava está frío en la cubitera, la Serra de Tramuntana trae un suave viento que rompe el silencio mediterráneo…
Esa maldita sensación de felicidad, sí.
Hotel Castell Son Claret
Carretera, km 1.7. Es Capdellà, Calvià (Mallorca)
Tel. 971 13 86 29
Email: info@castellsonclaret.com
castellsonclaret.com/es/
Habitaciones a partir de 475 €
Pool suite: 2.300 €
Restaurante Sa Clastra: dos menús-degustación (95 € y 120 €)