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Comienza hoy aquí, en La Molicie de Xavier Agulló, la colaboración estelar del gran periodista, cinéfilo, rockero, gastrósofo, «siempre veo bares», «una botella de champagne es suficiente para dos si uno no bebe» y «como fuera de casa en ningún sitio», Alberto Luchini (El Mundo). Artículos que publica en su blog, Crónicas metropolitanas, y que comparto con entusiasmo y vigor. ¡Bienvenido, hermano! Hoy, rememorando a la actriz Gloria Guida…
Como dije en su día: «Hace años que volamos el puente sobre el Rubicón, ¿no, Alberto?»

«Gloria sui tuoi fianchi la mattina nasce il sole
entra odio ed esce amore dal nome Gloria»

En el año 1979, el cantautor italiano Umberto Tozzi consiguió un éxito interplanetario con la canción Gloria, uno de cuyos versos (su significado es “Gloria, a tu lado por la mañana nace el sol/ entra odio y sale amor del nombre Gloria) figura en el encabezamiento. No está claro a quién le dedicaron el tema Tozzi y su coautor, Giancarlo Bigazzi, pero podría haber sido, perfectamente, a una actriz que en aquella época estaba en la cresta de la ola y de la que hoy, injustamente, se acuerdan muy pocos. Gloria Guida.

Rubia rubísima, con unos enormes ojos verdes, su aspecto era angelical e ingenuo, dizque etéreo, pero tras él se ocultaba un torbellino que se convirtió en una de las reinas de la comedia sexy a la italiana y en el mayor icono erótico del país transalpino durante los años 70. Unas cuantas inmersiones en internet durante el arresto domiciliario, simplemente tecleando en buscadores los títulos originales de sus películas, me ha permitido descubrir buena parte de su filmografía, compuesta por 26 largometrajes que rodó en apenas 8 años, desde su debut en 1974 con 19 años hasta su retirada del cine con 27 en 1982, fecha a partir de la cual, excepción hecha de alguna aparición televisiva, se consagró a formar una familia junto al polifacético y por entonces popularísimo actor, cantante y showman Johnny Dorelli. No era una gran actriz, aunque tenía cierta vis cómica, pero su tremenda belleza, digna de un síndrome de Stendhal, le bastaba y le sobraba para iluminar la pantalla.

Antes de hablar de sus películas, situemos el contexto cinematográfico. Después del auge del spaghetti western en los años 60, en los años 70, aprovechando los vientos de libertad posteriores a mayo del 68 y la desaparición de la censura, surge en Italia un género completamente autóctono: la comedia sexy. Consistía en juntar a cómicos de mucho tirón (Lino Bandi, Alvaro Vitali, Mario Carotenuto…) con despampanantes actrices que, a la menor oportunidad, viniera a cuento o no, se quitaban la ropa. Vamos, exactamente lo mismo que a partir de 1977 sucedió en el cine del destape español, con las películas de Pajares y Esteso como epítome. Con la diferencia de que, en Italia, las estrellas eran ellas. Y ellas, casi todas llegadas del extranjero, eran Edwige Fenech, Barbara Bouchet o Nadia Cassini, que lucían con generosidad sus rubensianas curvas dignas de las grandes maggiorate clásicas. Pues bien, en ese rotundo elenco consiguió abrirse un hueco la jovencísima Gloria Guida, producto nacional cien por cien, proveniente de una familia de la céntrica Emilia Romagna aunque nacida en el Norte, en Trentino.

En 1975, enlazó siete películas, y en 1976 rodó cuatro más: en todas era la indiscutible cabeza de cartel. Y en todas, absolutamente en todas, se desnudaba con profusión. La más famosa fue, sin duda, “La liceale” («La colegiala en España)

Su primer film, “La ragazzina” (1974), marca el personaje que caracterizará prácticamente toda su carrera; una joven guapísima y, generalmente, virginal (casi siempre a su pesar) que sufre el acoso de todos los varones que la rodean mientras sueña con un príncipe azul. Fue tal su éxito que el año siguiente, 1975, enlazó siete películas, y en 1976 rodó cuatro más: en todas era la indiscutible cabeza de cartel. Y en todas, absolutamente en todas, se desnudaba con profusión. La más famosa fue, sin duda, “La liceale” (“La colegiala” en España), dirigida por Michele Massimo Tarantini, que arrasó en taquilla, la convirtió en una estrella total y dio origen al subgénero de institutos. Pero la mejor de esta época, para mí, es “Blue Jeans” (Mario Imperoli, 1975), una sorprendente tragedia sobre una prostituta que se debate entre la ambición y el amor y que le permitió demostrar ciertas aptitudes dramáticas… sin exagerar.

En 1977 frenó un tanto su actividad, con apenas un par de títulos menores y en 1978 retornó al estajanovismo: además de empezar a explotar las secuelas de “La liceale”, se permitió una incursión en la industria internacional con “El triángulo diabólico de las Bermudas” (René Cardona Jr.), toda una rareza donde rodó en inglés junto a la actriz francesa Claudine Auger y a ¡John Huston! (sí, el director de “El tesoro de Sierra Madre”). Pero lo más importante de ese año es que intervino en la película más importante de su carrera, Avere vent’anni (“Las veinteañeras”, Fernando di Leo), un manifiesto generacional lleno de intención y mensaje hedonista al que el paso del tiempo ha convertido, merecidamente, en un título de culto. Su compañera de reparto era Lilli Carati, sobre la que vale la pena detenerse un párrafo.

Originaria de Lombardia y con una belleza muy racial, a los 18 años quedó segunda en el certamen de Miss Italia, lo que, unido a su espectacular físico, le sirvió para dar el salto al cine, por supuesto en películas repletas de escenas subidas de tono. Su principal problema es que como actriz era la negación absoluta, así que poco a poco se fue sumiendo en producciones más y más underground, lo que la llevó a hundirse en el mundo de la heroína para sobrellevar la frustración. En los años 80, bastante castigada y deteriorada, dio el salto a la pornografía pura y dura para poder financiarse las drogas y a finales de esa década se retiró definitivamente. Murió en 2014, a los 58 años, víctima de un tumor cerebral. Si no fuera por esta “Avere vent’anni”, su legado cinematográfico sería nulo.

Volvamos a Gloria Guida. Con la llegada de los 80 y el género que la había catapultado en franca decadencia, apenas si rodó cuatro películas más. La última de ellas, “Sesso e volentieri” (1982), le dio la oportunidad de trabajar a las órdenes de uno de los grandes directores de la comedia italiana de todos los tiempos Dino Risi. Pero tuvo la mala suerte de que se trata, de lejos, de la peor película del director. Eso sí, durante el rodaje de este filme de episodios (en el que, curiosamente, no se desnuda a pesar del explícito título) conoció al que habría de ser su pareja durante el resto de su vida, el citado Johnny Dorelli. Así que se retiró para convertirse en la madre (y abuela) de familia que es hoy en día, cuando en alguna que otra esporádica aparición en la televisión italiana luce un aspecto envidiable.

No, definitivamente Gloria Guida no figura ni figurará en el Olimpo del cine. Pero durante ocho años, y eso no se lo quita nadie, fue, por derecho propio, la Gloria de Italia.

“Gloria
Chiesa di campagna
Acqua nel deserto
Lascio aperto il cuore
Scappa senza far rumore
Dal lavoro del tuo letto
Dai gradini di un altare”

Gloria Guida y Lilli Carati en “Las veinteañeras”
Gloria Guida y Lilli Carati en “Las veinteañeras”